lunes, 25 de diciembre de 2023

EL ORIGEN


A finales de septiembre del año 2003, contemplando una puesta de Sol reflejarse en el pequeño lago al lado de la residencia de estudiantes en la que me alojaba, en la ciudad de Freiburg (Alemania), súbitamente un mantra, nunca antes escuchado, basado en una secuencia de vocales graves, empieza a sonar en mi cabeza. Definido con una nitidez absoluta, es seguido por una melodía de notas musicales mucho más rápidas y alegres, igualmente definidas con total precisión. Son perfectas para ser tocadas con un violín. Por el mismo acto de magia, surge el complemento idóneo para el mantra. Un canto alegre que encaja para ser interpretado por una voz femenina.

El germen de esa musical quedaría en mi cabeza por meses, años. Y no se perdería ni una sola nota. Más todavía cuando en verano de 2004 viajo a Valencia y aprovecho para participar en un taller de Yoga impartido por el que entonces, de mutuo acuerdo entre ambas partes, actuaba cómo mi Maestro. Sin que él supiera nada de lo expuesto en el párrafo anterior y para sorpresa de los asistentes, decidió compartir con nosotros un mantra tibetano secreto de la Orden a la que pertenecía. Se me erizó el velo de toda la piel al constatar la enorme concordancia, en cuanto a duración y musicalidad de ambos mantras, el que se me acababa de revelar, y el que súbitamente me había sido revelado de forma misteriosa y sin que fuera algo buscado, casi un año atrás.

Fueron varios los intentos infructuosos por encontrar a alguien que pudiera interpretar la melodía al violín. Entretanto pude sacar los acordes de guitarra. Sin tener una formación musical, había aprendido en la adolescencia a tocarla de forma autodidacta, aunque siempre hay alguien que le enseña a uno los primeros acordes. Y ya con eso, a esa edad, tuve para enfocarme en la parte creativa y crear mis primeras canciones.

Volviendo al mantra, llegado a un punto sentí que esa melodía era ideal para ser tocada por un violoncelo. Así que necesitaba, cuánto menos, tres músicos para interpretar esos tres instrumentos y hacer realidad mi anhelo de, algún día, poder grabar esa canción y así, sacarla fuera de mi cabeza, dónde habitaba con vida propia, para manifestarse periódicamente en un eterno retorno que resultaba algo obsesivo. Aún pudiendo tocar yo mismo los acordes, prefería que la guitarra la tocara un guitarrista, pues yo no tenía la técnica adecuada para grabarla con la calidad que sentía que requería.

Y cuando ya prácticamente había tirado la toalla, a finales del año 2020, me doy cuenta que entre los alumnos que tengo de segundo de bachillerato, de los cuáles además soy su tutor, hay tres que justo tocan esos tres instrumentos, y lo hacen además de una forma brillante, con la base sólida que confiere el paso por el conservatorio. De hecho, a día de hoy, dos de ellos han decidido apostar por la carrera musical en sus ámbitos específicos. Y tuvo que ser con esos chicos, nacidos todos precisamente en el año 2003, el mismo en el que me fue susurrado el misterioso mantra, que pude hacer ese proyecto realidad.

El proceso requirió su tiempo. Había que poner la primera piedra, había que escribir la melodía en forma de partitura, antes de poder grabarla como borrador a dos guitarras y poderla mostrar a las chicas que tocaban el violín y el violoncelo, respectivamente. Ahí es donde encontré la aliada imprescindible, con lo que se dio el primer paso, la profesora de música del instituto, con quien me senté durante semanas, en las contadas horas libres que teníamos ambos a la vez, para ponernos manos al asunto. Meses más tarde, los primeros ensayos. Se va definiendo la estructura. Y ahí entra el guitarrista, que además pondría los conocimientos y los medios para grabación y ulterior postproducción. Casi un año después de escribir las primeras notas, la primera canción estaba lista. Finalmente con una mayor complejidad y riqueza de la que había imaginado, con percusión y guitarra eléctrica incluídas. Llevaría por título YAM, el sonido del mantra semilla del chakra del corazón, lugar en el que se buscan para encontrase, nutrirse y alimentarse mutuamente las energías masculina y femenina que danzan dentro de cada uno de nosotros. Para mí la esencia de esta primera pieza musical del álbum En-Sof.

Dado el primer paso, viendo el resultado, uno se abre a compartir otras ideas musicales propias de diferentes momentos de mi vida, la mayoría coincidiendo con los períodos en los que eventualmente dispuse de guitarra para poder vehicular ese afán. Aunque habría una que, de igual forma se había quedado golpeando en el interior de mi cabeza desde hacía unos diez años, que surgió igualmente de la nada y sin propósito alguno, en mis idas y venidas en moto a mi lugar de trabajo por aquel entonces. Esa, mucho más roquera, sería la segunda en ser grabada, ya en una colaboración estrecha con el guitarrista, que le añadiría los efectos de batería digitalmente y contribuiría a definir la parte final.

Y así, poco a poco, el mantra inicial de convirtió en una canción, y esa canción en un álbum musical. En-Sof es un término cabalístico que significa la eterna conexión del principio con el fin.

Todo llega. No desesperes. Persevera en el intento de mejora, pero sobre todo, estate listo para el momento que aparezca la oportunidad.


No hay comentarios:

Publicar un comentario

EN-SOF

En-Sof es el título del álbum que vio la luz como proyecto musical de rock espiritual en abril de 2023, fruto de la colaboración que se fra...